domingo, 24 de abril de 2011

Domingo de abril, de otoño


Hola. Han pasado unos 25 minutos desde que llegué de tu casa hoy domingo 24 de abril y mientras venía pedaleando una millonada de sensaciones y emociones me refrescaban la cara junto al viento y me sacaban sonrisas imparables haciéndome brillar, de forma extraña pero agradable, los ojos. En ese instante no sabía el porqué de una sangre roja y contenta pero al llegar a casa todo se explicó.

Oye, siento que esto ha ido más allá de lo que me esperaba. Sé que lo de hoy fueron detalles pero de cierta forma algo provocó en mí. Haz llegado muy lejos, no recuerdo haber sentido tal sensación, eres nosé como algo o alguien que no debieras serlo aún, pero supongo que tampoco es malo. Me entibias la sangre cuando algo me inquieta y estas cuando me lo imagino pero que espero de forma secreta. Yo no acostumbro a ventilarle a cualquiera lo que pasa por mi piel cuando una sensación me va ganando, ni tampoco ventilo lo que pasa por mi cabeza cuando siento que es un tesoro que no tengo porqué compartir si viene hacia mí.

Recuerdo con exactitud la primera vez que te vi. Por un segundo y medio te miré directo a tus ojos y aunque en ese instante nada llegó a lo profundo del océano pacífico, si admito que algo pasó volando ligero tocando las aguas.

Entre palabras y sonrisas tú no sabes lo feliz que me haces, y si pudiera describirte con palabras más exactas éste sentimiento no ligero, lo haría. Sin embargo por más que las busco no las encuentro y ésta declaración es lo mas cercana a lo que siento yo por vos.

Te quiero, quizás no de aquí a la nube más lejana, pero mi avión -lento- hacia allá viaja.