lunes, 10 de agosto de 2009

La peor noticia


El escalofrío congeló su piel rápidamente, sintió tersianas en medio de la clase, las manos las tenía como nieve y sus ojos sólo querían escapar. Sintió ganas de irse lejos, quizás a Valparaíso, de esas ganas que no puedes controlar, debía estallar, explotar, echar a volar lo que llevaba dentro.
Y en su mente flotaba como bote en mar la estúpida palabra "aceptar", esa que sirve de consuelo para perdedores como ella, esa que sirve para superar las penas y al mismo tiempo se culpaba de tener tanta imaginación e ideas, que por eso se le van las cosas. Cuando por fin se sintió como nunca antes, cuando por fin encontró lo que buscaba, le hicieron unas pocas ilusiones para después tirarlas al basurero.

Era demasiado bonito para que fuera real, es que aún le cuesta entender que estas cosas no son para ella, que nadie al parecer le ha mostrado lo contrario. Parece mentira, piensa. Es una mala broma, sonríe. Aceptaré, se consuela. Las cosas son así, se tranquiliza. No era para tí, lo niega. Y es que fue todo lo que un día deseó, pero si no hay amor el deseo no basta.

Y no se presentará con ojos llorosos, con ojos grandes, con bufandas mojadas de lagrimas, ni tampoco pedirá más, porque ella sólo acepta. Sólo acepta, lo que se le presenta, lo acepta. Porque las cosas son así y se sigue consolando. Tampoco le contará que explotó cuando venía de regreso a casa, porque cuando justo sintió que probó la mejor drogra, se la arrebataron. Lo peor es que se lo advirtieron. Es hora de volver a casa, piensa nostálgica. Esta noche llora, para que mañana no tengas nada de ésto dentro. Y mañana, se va. Se va. Se va. Se va. Amarrada, arrastrada, en brazos, que la droguen, que le metan pastillas, lo que sea, como sea se va.


Gracias a Dios que el caleidoscopio la distrae. Gracias a Dios.


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