Arriba del bote nos quedábamos mirando las estrellas con un leve movimiento de la pequeña marea. En silencio contábamos o pensábamos vaya a saber qué. Cuando ya nos daba hambre o frío nos íbamos a casa hablando de algo poco importante o a veces riéndonos de estupideces y recordando algo que nos haya ocurrido. Arriba de las piedras divagábamos sobre nuestra estupidez o la del resto yl siempre sacábamos carcajadas.
No nos interesa más que reír mientras podamos. Los veranos son fugaces y pocas veces son para recordarlos como clavos en el pecho, por lo mismo nos dejamos llevar por el día y disfrutarlo sin pensar en el hacer de mañana por la mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario